El sueño de la Razón produce monstruos. En la historia de nuestro país conocemos casos elocuentes
de esa realidad. Cuando una intervención militar extranjera puso fin a un regimen constitucional
para restaurar la monarquía absolutista (1823), los sectores más reaccionarios e ignorantes de la
población española salieron del armario gritando: “¡Vivan las cadenas!”, y “Viva nuestro dueño!”;
se referían a Fernando VII, el más indigno de los monarcas españoles. En general, y no sólo en
España, cuando se trata de promover políticas conservadoras, de defensa del injusto sistema
dominante, se moviliza a la parte más irracional de la población. Los fascismos no son otra cosa.
Y, ¿qué está pasando ahora en nuestro país? Una vez más se trata de favorecer a los dominadores
del sistema, cuyo dominio está cuestionado. Es insostenible, desde el pensamiento racional, que
una industria como la eléctrica, que se basa en embalses y otras instalaciones que se construyeron
con intervención estatal, con recursos económicos aportados por toda la población española, está
sirviendo para el enriquecimiento de sectores privados del capitalismo que controlan el mercado
eléctrico y fijan los precios que le convienen.
Este es sólo un ejemplo. Se podrían poner muchos más que nos enseñan que el capitalismo es un
azote de la humanidad. Su finalidad, y su concreción, es que una parte limitada de la población
disfrute y se aproveche del trabajo y de la precariedad del resto de la humanidad. Sólo la
ignorancia, el sueño de la Razón, puede garantizar que tal sistema dure ya más de dos siglos, y
que el sistema feudal que le precedió, durara más de un milenio. Concretando, la ignorancia de los
oprimidos y explotados es un factor imprescindible para la pervivencia de tales sistemas de
explotación. Es decir, cuando esos sistemas peligran es preciso movilizar en su socorro a los
irracionales, a los individuos con alma de esclavos, que besan la bota que les oprime y que se
puede contar con ellos para defender a sus “dueños”.
Pues bien, precisamente eso es lo que está ocurriendo ahora en la sociedad española. ¿Qué estamos
viendo últimamente? Se producen agresiones, incluso mortales en algún caso, contra homosexuales,
y también se ataca de diversas maneras al colectivo inmigrante. Es evidente también la
agresividad contra el movimiento feminista y sus reivindicaciones, y en general contra todo tipo
de acción progresista, como el apoyo a los regímenes de Cuba, Venezuela, las reivindicaciones
laborales… ¿Qué tipo de personal protagoniza las agresiones y ataques contra la Razón en
marcha? Como de costumbre, la parte peor formada e informada de la población: los monstruos
que produce el sueño de la Razón. Este personal es la carne de cañón de las batallas que da el
sistema dominante para seguir perpetuándose. Y para la movilización de tal personal es necesario
crear las condiciones adecuadas. Parece claro que organizaciones políticas como VOX cumplen
esa función. La propaganda política de tales organizaciones tienen la finalidad de legitimar la
irracionalidad, posibilitar que se atrevan a salir del armario los descerebrados impulsados por
instintos impresentables como el rechazo a los diferentes, a la igualdad de género…
En el marco de esa estrategia de legitimización de lo irracional se fomenta y se intenta prestigiar
la asunción y defensa de todo tipo de actitudes irreflexivas e injustificables. Lo de la teoría de la
“Tierra plana” puede entrar dentro de lo anecdótico y risible, pero quizá no se recuerde que esa
teoría, así como la de la Agartha y la Tierra hueca hicieron furor durante el Tercer Reich en
Alemania. En el fondo se trata de que cada vez más gente se atreva a asumir públicamente
posturas que desafíen la Razón, como el negacionismo del peligro de las epidemias, el fanatismo
de los fundamentalismos religiosos, o patrióticos o de otro tipo, los nacionalismos exaltados…
Parece que la finalidad inicial del fomento de ese tipo de actitudes es la de dotar de un elemento
identitario al colectivo que las asume. La dotación de sentido identitario generacional o de otro
tipo parece presidir la aparición, ¿espontánea?, de modas que caracterizan a tal o cual colectivo.
Recuérdese los “melenudos” de la década de los 60, y la posterior moda de las “cabezas rapadas”.
¿Qué pensar de las abundantes pintadas de muros con iniciales que no parecen tener más sentido
que el demostrar a sus autores su propia existencia? ¿o la creciente abundancia que últimamente
se observa de tatuajes corporales y “piercings”? El impulso que lleva a las personas ese tipo de
actitudes puede ser inexplicable, inconsciente, para las propias personas que las asumen, pero en
el fondo puede tratarse de un afán identitario, alguna manera de definirse a mismas aunque no
sepan acerca de qué.
E
sas actitudes pueden no ser irracionales, sino sólo arracionales, y no tener más explicación lógica
que la de dar identidad de colectivo al conjunto de las personas que las asumen. Pero irracionales o
arracionales, lo que está claro es que la Razón duerme, y de ese sueño no puede salir nada bueno.
Más peligrosa es la moda, también creciente, de resistirse, incluso violentamente, a disolver
“botellones” en los que no se respetan las medidas de protección contra la pandemia del COVID.
También ese parece ser un elemento identificativo del colectivo juvenil que protagoniza esos
actos. Tal resistencia le da forma concreta a un negacionismo de la pandemia, que fue un factor
que favoreció la victoria electoral de la derecha parafascista en las últimas elecciones autonómicas
en Madrid, en las que, una vez más, la masa ignorante salió en defensa de sus “dueños”.
De la joven generación que está siendo manipulada en ese sentido se dice que es la primera de la
historia que sabe que va a vivir peor que sus padres. Es decir, tienen motivos s que suficientes
para la protesta y el descontento, pero su problemática no se remedia con frecuentes botellones o
insensateces como el “puenting” y el “balconing” para olvidar su triste perspectiva de un Futuro
sin futuro. Se trata de fugas hacia adelante, deseos subconscientes de ignorar una realidad que no
se sabe afrontar, instalarse en una forma de vida en la que la Razón ni está ni se la espera. La
alternativa sería utilizar la mente, el don más valioso con el que Dios dotó al ser humano, para
estudiar la realidad del mundo en que les toca vivir y buscar soluciones para mejorarlo, soluciones
cuya meta no debe ser la de vivir mejor que otros sino la de construir un sistema igualitario para
toda la familia humana.
En principio, esos grupos con identidades artificiales y sin finalidad aparente son sólo la cántera
de la que se puede extraer a los más irracionales. Las mencionadas organizaciones políticas de la
derecha fascista y parafascista vienen a ser un banderín de enganche para todo tipo de gente de
escasas luces. El proceso de puesta de ese colectivo al servicio de las clases dominantes pasa por
su organización, aunque sea provisional, en bandas juveniles o de hinchas de un equipo deportivo
que se enfrentan violentamente a otras bandas e hinchas de otros equipos, y la culminación de esa
estrategia es que los irracionales organizados por sus “dueños” sean capaces de conquistar la calle
como lo hicieron los movimientos fascistas del siglo pasado con denominaciones como SA, SS o
cualquier otra identificación, pero siempre con el objetivo de la conservación del sistema de
dominación establecido.
¿Cómo afrontar esa realidad? Primero reconociéndola, estudiándola. Estas líneas son sólo una
primera constatación de que el problema existe. Es tarea de los sociólogos estudiar este problema
más a fondo. No sé si existen tales estudios; yo no los conozco. En todo caso, al sistema
organizador y beneficiario de ese proceso no le interesa que se le “psicoanalice”. El sólo hecho de
querer afrontar este problema ya es por mismo antisistema, revolucionario. La prensa y demás
instrumentos del aparato ideológico del sistema capitalista dominante no se van a poner a
favorecer el estudio y comprensión de una situación que se diseñó para beneficio del propio
sistema. Dedicarán más páginas a informar sobre los eventos deportivos. El futbol y otros
deportes cumplen, en el esquema formativo de ese sistema, la función de apartar la atención de las
masas populares de los asuntos que le verdaderamente les conciernen. Se trata de otro artilugio
para adormecer la Razón.
Fastino Castaño